Campos plenos de olivos.
En los campos plenos de olivos, donde tranquilos eran antes, hoy solo restan subversivos de llanto y suplico constantes.
Micro-literatura desde micro-inspiraciones.
En los campos plenos de olivos, donde tranquilos eran antes, hoy solo restan subversivos de llanto y suplico constantes.
Café sus ojos, contagiosos de amor. Preciosos ojos, que sanan mi dolor.
¡Oh, tú, que nos escuchas, fuerza obrera, se acerca la revolución! El capitalismo no quiere objeción. El burgués nos quiere entera.
Que traguen sus palabras maliciosas, y sus amenazas odiosas. Seamos la aseveración, pues la unión obrera es la solución.
Canto dulce, pero crudo que en las noches aguarme pudo como memorias conocidas de caricias comprendidas.
Nombrarte puedo y recordarte quiero, pero rostro y voz olvidados hacen de ti anhelos llevados. Pero aun así al día de verte espero.
Entre tablones de márgenes variantes, pueblo perdido. Un arrabal fétido con entradas de cieno.
—Iusef
En un círculo, un lascivo eterno. Agujas en mí, paraíso mal visto. Quimérico químico.
—Iusef
Advertencia: El contenido a continuación trata temas en relación a la violencia sexual.
La ansiedad llega por la vía más rápida, la que más vulnerable nos hace, la que más nos castiga, la que más daño nos hace, la que nos causa insomnio, la que nos rodea en forma de burbuja. La vía se conoce como el miedo.
—Monée
Elena, obrera del barrio Cidral, seca el sudor de su frente mirando al cielo con esperanza. Anhela el día en que pueda escapar de las torturas, los castigos y los prejuicios. En sus sueños corre por el campo, libre, sin ataduras, sin hombres que la desnudan. Invocando a los Orishas, grita: « ¡Sáquenme de aquí, quiero ser libre como los vientos!» Allí, bajo la sombra de un cidro yace Elena, de quien los vientos cuentan su historia.
—Monée
Son dueños de mi cuerpo; No puedo decidir lo que quiero. Todos son consejos, pero ninguno con derecho. Todos opinan, me dan la espalda y flores con espinas. Soy un objeto que si desaparezco comienzan los regaños y pretextos. No me quieren, hasta que me muero. Esas son las sabias palabras de mi pueblo.
—Monée