Encuentro tan difícil despertar hoy como lo fue ayer y como sé que será mañana. Encuentro difícil conectarme al escenario internacional, como un enchufe deteriorado por el tiempo y el descuido. Porque, como tal enchufe, no encuentro forma alguna de desconectarme del espectáculo de las maravillas de la modernidad. Abro los ojos, me conecto y, ante mí, esas maravillas inolvidables: los genocidios de diversos pueblos tatuados en mis retinas, en mi cerebro, que desde ese momento en adelante actúa como un disco duro con datos imborrables. Muevo la antena, me conecto al escenario regional y veo y escucho la hambruna, la discriminación y la pobreza. Jugando con algunos botones aquí y allá, logro llegar al escenario local. Esta emisora es especial, porque no tengo que mirar desde la distancia cómo las maravillas de la modernidad, del capitalismo, borran a otros como yo. En esta emisora, lo presencio.
Cuando pregunten por mí
diles que no me encuentro,
diles que en una noche pandémica,
ponderando en el silencio agonizante,
con la muerte de la oscuridad
también murió aquel
quien inconsecuentemente
hacíase llamar como yo.
Caen,
caen
de un afligido mundo
sonoras lágrimas sufridas,
y caen,
caen
ante nuestros inquietos y maltratados pies
las encarnadas gotas que de hermanos escapan.
Años de elecciones.
Sapos y tiradores,
llenan las calles
de falsas ilusiones.
Somos títeres
de su obra de lechones.
Despierta boricua,
ellos son los impostores.